martes, 18 de septiembre de 2012


Vean a los tontos reír por nada, reír por todo, mírenlos; observen la melaza brillante de su baba alargarse en un hilo infinito hasta rebasar sus acuarios empalagosos de algas y peces de colores: peces color rosa, peces color esperanza, peces color claro luna.Vean a los tontos rebosantes y beatíficos, cambiar de dios y de mundo con sólo manipular su aparato de televisión, mientras con la otra mano engullen, extasiados, su eterno y glorioso pan con queso. Los capirotes, los cucuruchos y las orejas de burro los tienen sin cuidado. Y ríen felices de la vida, ríen a mandíbula batiente, ríen a desgañitarse, mientras sus enormes cabezas bovinas (en general los tontos son de cabeza grande) se ladean ahítas de pajaros, de globos, de papel picado, de cintitas de la primera comunión. Y hablan y hablan los tontos, hablan y hablan de cosas intrascendentes, vacuas, hueras, livianitas como merengues, chirles como las aguas menores de una nínfula pálida. Las cuestiones relativas a los grandes problemas de la humanidad, que a nosotros nos hacen arrugar el ceño en grave gesto, ellos las resuelven olímpicamente con un manotazo en el aire, con un pedo en la mesa o con una plácida vueltecita en auto (para los tontos no hay nada en la vida como andar en auto). Esos tontos se conocen a la legua (y jamás se reconocen entre ellos).

Y he aquí que mientras el resto de nosotros se da hocicos contra el mundo tratando de sentar plaza de sabio y alzar tienda de ingenios, y pálido y encorvado hasta la lástima se entrega de lleno al estudio de las artes y las ciencias (en pos de la inmortalidad, pues, hombre), ellos, los estultísimos, se dan la vida del oso deleitándose de gran manera entre los brazos rollizos de alguna amorosa tonta, ejemplares poseedores comúnmente de labios carnosos y de un suave, rosado y tonto parcito de piernas.

1 comentario:

Catalina Urtubia dijo...

Y qué peor que aquel pavor que te recorre hasta la médula, cuando en un furtivo desliz del odio desmedido, te das cuenta que en más de una ocasión has sido así, tan cerdo y tan vacío, que corres con desesperación a esconderte en algún libro o alguna canción, a ver si se elimina el exceso de saliva en tu boca.